Hace unos años mi esposa y yo decidimos fijar nuestra residencia en la costa alicantina y por ende adquirimos una vivienda en una de las innumerables urbanizaciones que jalonan la susodicha costa. En aquella época teníamos como vecinos mas próximos a una joven pareja,oriundos de Ecuador, quienes también habían comprado el adosado en el que habitaban. El cabeza de familia era un excelente profesional de la albañilería y entre su trabajo y las pequeñas chapuzas que hacia en el barrio cubrían el presupuesto familiar sin problemas. Hay que subrayar que tuvieron un niño mientras estuvieron residiendo en esta urbanización. Pero, un mal día todo cambio, vino la maldita crisis que aún nos sigue golpeando, mi vecino perdió el trabajo y a los pocos meses les desahuciaron de su vivienda dejando en la calle al matrimonio junto con su pequeño. Una situación dramática que les obligó a volver a su país de origen.
No cabe duda de que el regreso debió de ser amargo para esta joven pareja que veían truncarse el sueño de conseguir en el que entonces era un país de oportunidades en el cual querían crearse un futuro estable en donde poder vivir felices junto a su hijo, y que de pronto se desmoronó al quedarse sin trabajo y sin vivienda junto con la pérdida de las letras que ya habían pagado
La mencionada vivienda, despues de haber estado vacía durante varios años, al final la entidad bancaria la vendió, al parecer por un precio de...saldo. Y aquí termina un drama familiar que se encuadra entre los miles de desahucios que vemos diariamente en una España que se ha derrumbado estrepitosamente ante la codicia y el desdén de políticos y financieros sin escrúpulos a los que solamente les guía un deseo; convertir este país en un cortijo privado desde el cual poder dirigirlo a su libre albedrío
Siguiendo con el hilo de este caso que en su día mucho me impactó, he seguido con dolor y rabia como miles de españoles, perdían sus casas sin la mínima consideración. Hemos visto como se las arrebataban a sus moradores para ir a parar a las entidades bancarias, que de facto se han convertido en las mayores inmobiliarias ofreciendo esas mismas casas a precios muy ventajosos, con crédito incluido.
Ahora yo me pregunto ¿Se puede vivir tranquilo en un piso al que sus antiguos dueños fueron un día desahuciados en el peor momento de sus vidas? Matrimonios de avanzada edad que malviven de una pensión miserable que apenas les llega para mantenerse no solamente el matrimonio , si no también sus hijos y nietos a los que la crisis ha obligado a refugiarse en la casa donde hasta ese momento vivían los abuelos.
De pronto llega el drama del desahucio, todos van a la calle, sin darles tiempo de recoger sus pertenencias, sus recuerdos, sus sueños. Familias enteras: Abuelos, hijos, nietos. Las fuerzas policiales los sacan a empujones sin la mínima consideración. Entran el medio del drama familiar sin apenas ver esa pareja de ancianos que apenas se pueden mover ante el peso de los años y las enfermedades, tampoco ven esos niños llorando desconsoladamente sin comprender por qué no pueden coger sus juguetes, tampoco les importa ver a una mujer a punto de dar a luz, o un hombre rondando los cincuenta quien después de haber dado los mejores años de su vida a la empresa en la que trabajaba, de pronto se ha visto en la calle sin dinero, y sabiendo de antemano de que ya no abra ningún futuro para él y su familia.
Ese drama omnipresente en la España de hoy lo sentimos a flor de piel cuando entramos en una sucursal bancaria y vemos enormes carteles que nos ofrecen esos pisos en óptimas condiciones.
Yo personalmente, tengo el convencimiento de que si estuviese en edad de crear una familia y por tanto con la necesidad de comprar una vivienda, entraría en una entidad bancaria, miraría las ofertas y al echar la vista atrás, sin la menor duda, saldría corriendo.