La bella Lola

Torrevieja tiene un bonito paseo llamado Las Tablas. Se trata de una pasarela de tablas (de ahí su nombre) de tres kilómetros de longitud, construida mar adentro, y montada sobre un armazón de hierro, con sus correspondientes barandillas y una hilera de bancos a ambos extremos del paseo con el fin de hacer mas cómoda la travesía a los vecinos de este bello pueblo costero, que por cierto, en las tardes con temperaturas cálidas, acuden en tropel a pasear a lo largo de este dique de Levante. Brazo de mar artificial mirando al mediterráneo, que une la bahía torrevejense junto con un espléndido puerto deportivo construido recientemente.

Pero yo, amigos lectores, no les quiero hablar de este magnifico paseo, no. Mi admiración va hacia una estatua de bronce que las autoridades de este enclave turístico mandaron poner a medio camino del paseo. Una escultura que representa a una mujer joven, a la cual los vecinos de este municipio le pusieron como nombre La bella Lola  ¿Por qué este poético nombre? la curiosidad me llevó a contemplar varias veces esta magnífica obra de arte obra de la escultora Carmen Fraile, que representa una joven de esbelta figura, y  bellas facciones, ataviada con ropas sencillas, el pelo recogido en una larga coleta que le cae sobre sus espaldas, ojos claros que miran al fondo del océano, y la mano abierta como si fuese un gesto de despedida hacia un ser querido que parte en un barco, que yo imagino es de pesca. Por que Torrevieja, en un tiempo no lejano, fue pueblo de pescadores.

Continuo este relato imaginario en aras de mi fantasía, navegando barlovento, empujado por una suave brisa marina, mis ojos surcan los mares con la vista puesta en la bella Lola que me hace pensar en mil historias repetidas en muchos puertos diseminados a lo largo y ancho de las costas españolas: De Galícia a Andalucía, de Cataluña a Valencia, de Mallorca a Canarias. En todas ellas se repite la misma escena desde el correr de los tiempos. Historias que cuentan la lucha titanica de unos hombres que se enfrentan a la furia de la naturaleza en lo mas recóndito de los océanos tratando de sacar del fondo del mar ese minúsculo salario con el cual alimentar a sus seres queridos.
Pero el mar, que nos brinda tan suculentos manjares, a veces se  vuelve cruel azotando con vientos huracanados que levantan gigantescas olas el armazón de esos barcos que zozobran cual minúsculo juguetes que engullendo hasta el fondo del océano las vidas e ilusiones de los hombres del mar.
Y mientras tanto, allá en los pueblecitos de los pescadores, grupos de mujeres, ataviadas con ropas sencillas acompañadas de niños de corta edad, miran angustiadas desde los acantilados el fondo del mar esperando ver aparecer la silueta de los barcos en los que partieron sus seres queridos. En sus semblantes a flor de labios, todas ellas tienen la misma pregunta ¿Volverán?
Hoy he vuelto junto a la bella Lola. La tarde estaba decayendo, el sol se ocultaba perezoso en poniente con rallos de mil colores que al reflejarse en las límpidas aguas de la bahía torrevejense hacían estraños aravescos que envolvían la recia figura de la bella Lola. He mirado sus ojos y he hallado reflejada en su mirada: La angustia, la alegría, o tal vez la esperanza de tantas mujeres, aún jóvenes, que esperaran: el regreso de su esposo, de su padre de sus hijos. Con la esperanza de tenerlos a todos ellos al calor del hogar en donde algún día, no lejano, puedan forjar todos juntos un futuro mejor, con la seguridad de pisar tierra firme.
Adiós mi bella Lola, hoy me marcho de tu lado mas contento. Creo que he aprendido un poco mas del mar. Pero sobre todo, he aprendido a admirar a los hombres que faenan en los barcos. Curtidos por los vientos de todos los océanos. A todos ellos va dirigido mi particular homenaje ¡A los pescadores!.

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