La tarde está oscura y fría,
la nieve cae sin cesar,
el viento arrecia con fuerza,
sobre el monasterio del Escorial.
Sus altas torres, al cielo,
cual inmortales se yerguen,
desafiantes al viento
cual si en reto ellas fueren.
¡Oh! monasterio de piedra
bella escultura de antaño,
en tu recinto celoso
guardas la historia de un pueblo.
En tus salones dorados
como cuenta la leyenda,
en otros tiempos lejanos
pasaron: Reyes y Reinas.
Princesas y caballeros,
cortesanas y guerreros,
hicieron que tu recinto
brillase más que un lucero.
Y en las noches de verano,
sobre tus bellos jardines,
las más hermosas doncellas
dieron perfume a tus flores.
¡Oh! monasterio de piedra,
que inmóvil yo te contemplo.
Que triste y solo te veo
en esta tarde de invierno.
Ya no arriban a tus puertas
carrozas con seis caballos,
ni suenan ya las trompetas
anunciando la llegada
de los Reyes, de su corte.
Ya no relucen las lanzas
bajo el tibio atardecer,
ni
ves cruzar tus pasillos
guerreros en desafió.
Ya se extinguió el esplendor,
de aquel Rey que conquistó,
otros pueblos muy lejanos
allende el Mediterráneo.
Solo quedas tú, fiel amigo,
que guardas celoso al tiempo
la historia de nuestro pueblo,
el esplendor de un imperio.